viernes, 25 de febrero de 2011

¡Chuta Presidente! por Efrén D. Falcón





Defrente
"Un político honesto es algo así como Peter Pan: no existe.”
Indalecio Tuna Trauber

¡Chuta Presidente!
Efrén D. Falcón

Esta semana tuve la fortuna de asistir al Teatro Nacional Manuel Bonilla, en la capital, para presenciar una obra de teatro llamada “¡Chuta Presidente!”, que es llevada a escena por el Grupo Teatral Bambú, de Tegucigalpa. Lo que tiene de particular esta obra es que es escrita, dirigida y actuada por hondureños; con un tema y un argumento muy hondureños, y además, con un vocabulario que resalta por su hondureñismo descarnado y su realismo. No es poco. La obra está bien lograda, bien trabajada y estupendamente actuada. Y sin duda es un orgullo para el arte nacional.
Siempre he mantenido que el talento no es una cosa ajena a los hondureños. En realidad hay talento en cada rincón del país. La mayor parte de ese talento se desperdicia, se pierde, jamás ve la luz. Lo puedo afirmar con certeza, porque he sido testigo de ello a lo largo de mi vida. Es una verdadera tragedia, pero desgraciadamente muy pocas personas están conscientes de esa realidad. Sin embargo, personas como Felipe Acosta ―autor y uno de los actores de la obra que nos ocupa― nos enseñan que, aun con todos los obstáculos que conlleva el medio nacional, siempre es posible crear trabajos de calidad, que pueden mostrarse con orgullo en cualquier escenario del mundo.
Felipe ha logrado adaptar perfectamente nuestra realidad al arte. En su presente trabajo la sencillez es proverbial. Se hace mucho con muy poco. Una escenografía muy simple: una manta por acá, un barril por allá, papel periódico, botellas y latas vacías por todos lados. La utilería es mínima: bolsas plásticas, un par de recipientes plásticos, una cacerola, pedazos de PVC, un colador, una botella de un galón de líquido embrutecedor ―en este caso inspirador―. El elenco escaso: tres actores. El vestuario: puros trapos viejos, y entre más sucios mejor. El maquillaje: cada actor se aplica el propio, sin misterios. La musicalización y el sonido están a cargo de una sola persona, con la aparición efímera de un canta autor. Casi se puede decir que es un montaje económico, que podría lograse, sin poner en peligro la calidad de la obra, prácticamente en cualquier escenario improvisado.
Elecciones: el camino
Con esos escasos elementos, estos artistas han logrado recrear, al dedillo, diría yo, nuestra realidad social y política. En la boca de una pacotilla triste de borrachines, el autor se da el lujo de retratar fielmente la idiosincrasia hondureña. La obra es una sátira punzante, que te tira por los callejones de la risa para arrinconarte luego contra esa pared a veces detestable, a veces dolorosa, y casi siempre trágica de nuestra realidad. Los personajes, inspirados por un vicio que los está convirtiendo en estropajos humanos, ponen el dedo en la llaga todo el tiempo; y con toda su verborrea callejera dicen lo que decimos todos, lo que pensamos todos; y por ello, no podemos dejar de reconocernos en ellos, sin importar si nunca hemos probado un trago de licor, o hemos dormido debajo de un puente.
Una de las premisas centrales del argumento nos indica que si “ese” puede ser Presidente de la República, ¿por qué yo no? Y Chuta, personaje creado para una obra anterior del mismo autor ―Mea Culpa: exitoso monólogo a punto de presentarse por centésima quincuagésima ocasión el próximo 11 de marzo―, lanza una formidable campaña electoral-presidencial persuadido por sus compinches etílicos, ambos, con toda garantía, futuros ministros del gabinete de lujo de Chuta.
La solución hondureña
Otro punto interesante de la obra es que, de alguna manera, Chuta se erige como una verdadera solución, aunque usted pueda dudar de su capacidad para ser presidenciable. Pero el liderazgo del personaje es tal, que tanto la derecha como la izquierda se pliegan a sus designios y caminan dispuestos, y sobre todo, juntos, hacia la toma de la administración del Estado. Qué puedan lograrlo, eso es guaro de otra botella. Pero nada es imposible en la imaginación creativa de Felipe Acosta.
Es preciso que como hondureños entendamos la importancia de apoyar el arte nacional. No hablo de ser condescendientes con lo nuestro. Porque esa mentalidad pueblerina es un estigma que se interpone en nuestro desarrollo. Debemos exigir calidad en nuestros artistas, no podemos conformarnos con la mediocridad, poniendo como excusa nuestro estatus de sociedad carente. No podemos conformarnos con representar obras de autores extranjeros, lo cual no es malo, pero no puede ser nuestra manera primaria de hacer arte. En este país, a pesar de los pesares, hay talento para que cada expresión artística vaya construyendo su propio camino. Hay talento para la innovación. Hay músicos, dramaturgos, poetas, escultores, cineastas, pintores y cuentistas para hacer una verdadera revolución artística. Y sí todos lo entendiéramos así, nuestro talento tendría la esperanza de alcanzar un medio de vida digno, que le permita expresarse con libertad, aunque los gobiernos sigan de espaldas a la cultura. Muchas gracias Felipe, y Grupo Teatral Bambú. Valió la pena le experiencia. Ojalá pronto los tengamos por San Pedro Sula. «¿Qué prefiere usted, a un bolo o a un ladrón?» Suerte y amén.
Febrero 23, MMXI



Artículo publicado en Diario Tiempo, Honduras.
25/2/2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario