viernes, 26 de noviembre de 2010

Tres viejos mares: una obra teatral inesperada

Rafael Murillo Selva


Sobre la totalidad del espacio escénico cuelgan delicadas y combadas (se diría hamacas) telas de color azul celeste cuya visión evoca al mar, su eterno movimiento e infinitud. Un mar que trae y lleva recuerdos. Una música tenue nos transporta a un rumor marino adormilado y melancólico. Posiblemente amanece y el graznido de las aves se escucha leve y lejano.

Es en esta atmósfera de sueño y realidad “en la que tres personajes envejecidos (tres viejos mares) desenrollan sus cuerpos añejos y gradualmente nos van desvelando ciertos rincones profundos de sus vidas. Son personajes, así lo entendí, apresados en una época (¿o sin época?) en tránsito o de cambio lo cual no alcanzan o no quieren asimilar. Se trata, quizás, de la disolución de una forma de ver, comprender y sentir el mundo y la vida que no cabe ya en la realidad “pero no por ello deja de ser viva y “real” por lo ensartada que está a un pasado que más parece el recuerdo de un universo de desvaríos. Sin embargo atrás de las palabras que sostienen los diálogos subyacen, en ocasiones, pistas (y sólo eso) que nos hacen pensar que estas vidas forman parte de un entorno político social de presencia ineludible aunque se le desfigure o se le quiera ignorar.

Un dejo melancólico y tierno bordea toda la obra y aunque no me agradan las comparaciones en estos oficios creativos, ésta me hizo recordar a la punzante aunque siempre amorosa mirada con que el doctor y dramaturgo Anton Chejov abría el alma de esos personajes suyos tan aferrados, en cuerpo y alma, a un tiempo que inevitablemente se diluye. Algo de Beckett recorre también esta atmósfera de derrota, sobre todo en aquel de sus textos en el que nos habla sobre la espera inútil y eterna de algo que nunca llega tal como sucede en “Esperando a Godot”. Espera que termina diluyéndose en lo único absoluto: la nada.

La creación dramatúrgica de la obra “Los Tres Viejos Mares”, obviando el pudor que debe observarse cuando se vierten juicios categóricos en estos menesteres me ha parecido que alcanza una cima tan alta como el de los autores mencionados.

Sin embargo la pieza no trata de personajes de la sociedad rusa, ni la europea (aunque los de Beckett carecen de tiempos y de espacios definidos) sino de latinoamericanos y más específicamente centroamericanos. Tan centroamericanos que Francisco Morazán es convocado así como, al final, se habla sobre la visión (que podría ser alucinada o real), del arribo a nuestras costas centroamericanas de un inmenso portaaviones (Honduras es un portaviones de U.S.A., señaló un conocido periodista argentino hace algunas décadas), lo cual parece ser lo único concreto dentro de las fantasías que se disparan en la mente de uno de los tres viejos cuando su vida está a punto de extinguirse.

Realizada por artistas de origen latinoamericanos entre los cuales se encuentra un argentino, Arístides Vargas (dramaturgo y director), un actor hondureño (Edgar Valeriano), otro salvadoreño (Omar Renderos), una actriz guatemalteca (Patricia Orantes) y una directora de actores de origen español, pero entrañablemente vinculada a nuestro continente desde hace varias décadas (Charo Francés) “Tres Viejos Mares” asombra por su sutileza, profunda sencillez e impecable belleza. Méritos estos evidenciados y sostenidos por un juego actoral contenido y de alto nivel creativo. Creo que este trabajo podría presentarse con solvencia en cualquier exigente escenario internacional.

Viendo esta obra se tiene la certeza que al arte desechable, tan común en estos tiempos inflados de mercado global, se le puede confrontar con otro, artesanal (como continúa siendo el buen teatro), a condición de no perder de vista que de lo que se trata, en últimas, es de una batalla entre las formas, es decir aquellas a las que se les otorga sentido humano y creativo y las otras, especie de mercancías que sirven únicamente para hacer pasar la digestión tal como lo señalara el maestro Bertold Brecht.

Aunque este no es el género de teatro que yo suelo practicar considero de enorme importancia para el arte centroamericano que se repitieran las presentaciones de este trabajo magnífico ofrecido al público recientemente en el Teatro Nacional en Tegucigalpa gracias al empeño del grupo teatral hondureño “Bambú” y del Centro Cultural de España en Tegucigalpa.

Tegucigalpa, 21 de noviembre 2010.

Tomado de Diario Tiempo

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